30 de Abril
El jueves, bien tempranito por la mañana, visitamos un barrio de artesanos de symbol (planta característica de los Valles).
Allí estuvimos con Carlos (30) y su papá, que muy amablemente nos dejaron entrar en su rutina artesanal. Y mientras ellos transformaban el symbol en hermosas canastas, nosotros aprovechábamos para preguntar, aprender y sacar algunas fotos.
Continuamos nuestro recorrido visitando la dulce casa de Norma y Juan. Dulce por ellos, claro. Y también por las mermeladas que hacen juntos.
Norma aprovecha los frutos que la tierra generosamente les regala en el patio de su casa y con ellas produce mermeladas caseras.
En esa casa no falta el ingenio, ni el amor que le ponen a cada cosa que emprenden. Todo es casero: desde la olla y el horno de barro fabricados por Juan, hasta el proceso de producción delicadamente custodiado por Norma.
Además de mermeladas también fabrican vino y agua ardiente. Costumbre familiar que iniciaron los abuelos de Juan, pero que ahora quiere trascender las paredes del hogar y llegar a otras mesas familiares mediante su comercialización. De a poco van dando los primeros pasos en envase, etiqueta y calidad.
Después visitamos la casa de Renzo y Beatriz, artesanos y papás de tres niños Ambos trabajan el cardón y con mucha creatividad hacen adornos y recuerdos de Santa María.
“Gracias a Dios hace dos años puedo mantener a mi familia con este trabajo” Renzo.
Además, el noble cardón les permite trabajar desde casa y poder estar más cerca de sus niños.
Ya casi finalizando el día llegamos al Tinku Kamayo, taller de hilanderas de lana de oveja y de llama.
El Tinku Kamayo, que en quechua significa “reunidas para trabajar” nació en el año 2001, cuando la crisis económica del país golpeaba los hogares y la mesa familiar.
Fue así que Margarita y un grupo de mujeres santamarianas empezaron a hilar con tan solo un ovillo de lana, y no dejaron de hacerlo hasta el día de hoy.
No hay visitante que no se conmueva al llegar al Tinku. Sus paredes están llenas de historias de amor y de Fe. En el Tinku uno vuelve a creer y se va con la esperanza renovada.
Por último, llegamos a la casa de Sonia y Gustavo. En esa familia siempre hay lugar para la creatividad: el papá sabe hilar en telar, la mamá teje en crochet, los hijos dibujan, cosen y pintan. Se reparten las tareas según los dones de cada uno.
Gustavo hizo una habitación exclusivamente para el taller de Sonia, y como buen marido estuvo hasta en el detalle de construir un hogar para templar el ambiente en invierno, y por supuesto, para tener la pava a mano y poder disfrutar de unos mates que siempre hacen más ameno el trabajo.
De esta manera, junto con Enzo, Agustín y Nelly, emprendimos la vuelta a Salta.
Sí, con las mochilas llenas de videos, fotografías y audios. Pero sobre todo con el corazón rebosante de cariño, de rostros y de historias fecundas.
Las jornadas habían sido arduas, pero el cansancio nos recordaba que había valido la pena cada sendero, cada encuentro, cada persona en el camino…